Tuve la suerte de nacer en una casa con libros. Mi padre tenía una biblioteca bastante bien dotada. Cuando me llegó la edad empecé a indagar y a entresacar los libros que me llamaron la atención. Eran todos muy variopintos, se fueron alternando lecturas literarias muy variadas. Al mismo tiempo mi padre empezó a ejercer un control de censura sobre esos libros. Tuve que leer clandestinamente libros como Cien años de soledad o La nausea...
El colmo ocurrió una Navidad cuando mi prima vino leyendo El mono desnudo y tuvo que soportar una reprimenda de mi padre, que no conocía el texto, pero cuyo título le despertaba las mas terribles sospechas por darwiniano o sexual simplemente.
Todo se iba resolviendo, manteniendo muchas de mis lecturas en secreto. Giovanni Papini, Williams Saroyan, Luis Cernuda, a Unamuno le habían sido extirpadas las páginas de La agonía del cristianismo, Las noches de Singh Singh...
Después vino la colección de RTVE que traía un ejemplar por semana al precio de 25 pesetas.
Poe, Valle, Wilde, Borges y tantos otros.
Fue un regalo criarnos en una casa así.
Los libros me han acompañado hasta ahora.
